Esto va de Democracia


Tras otro parón (la constancia no parece estar entre mis virtudes, al menos en lo que respecta a este blog), no podía permanecer callado ante lo que está sucediendo.

Tras la prisión preventiva de "los Jordis", el secesionismo ha activado los engranajes de la maquinaria propagandística para denunciar ante el mundo que España es un Estado opresor, antidemocrático y malvado. "Demofobia", lo llaman.

Nos han repetido que "democracia es votar", lo cual no deja de ser un simplismo tan infantil que causa rubor. La regla de la mayoría es importante en una democracia, es cierto, pero no es la única y en varios aspectos es necesario restringirla para no acabar, mediante una votación, en una dictadura. Hay procedimientos y reglas que han de observarse religiosamente, para garantizar los principios de un Estado democrático: igualdad, Estado de Derecho, control del poder y su limitación, por mencionar los más comunes. Kelsen nos dió las pautas al crear el concepto de Norma Fundamental. No me extenderé mucho con el tema, en los libros o en internet se puede encontrar información abundante al respecto.

Creo que España es una democracia. Imperfecta, como todas, con sus errores y posibles mejoras; una democracia perfecta es sólo una utopía que no creo que nadie pueda pensar que es posible. Pero en España hay una Constitución y unas normas, un proceso de creación de normas, separación de poderes, jueces independientes y garantías de que si cualquiera de los 3 poderes se excede, será controlado. Si no es dentro de las jurisdicción española, incluso apelando a otras instancias eropeas o internacionales, ya que España ha ratificado los más importantes acuerdos en Derechos Humanos. Somos, además, uno de los países más descentralizados del mundo; ojo, esto no quiere decir que un país menos descentralizado o centralista sea menos democrático. Francia, netamente centralista, es un país democrático también.

¿En qué hemos fallado los españoles para llegar a la situación en la que estamos actualmente? Las causas son diversas y complejas, pero creo que hay algunos puntos que se han agravado en los últimos tiempos, que nos han llevado a este callejón que parece sin salida.

El primer punto sería la educación. O mejor, la Educación con mayúscula. Los diversos intereses partidistas y regionales han hecho que desde la democracia, no haya habido ningún gran pacto por la educación entre la mayoría de los partidos, un pacto duradero, que haga hincapié en la Cultura, la Ciencia, el conocimiento en general y el respeto. Creo que España perdió una gran oportunidad con la asignatura de "Educación para la Ciudadanía"; está claro que dicha asignatura podría representar un peligro, una herramienta para adoctrinar alumnos, en manos equivocadas. Sin embargo, la existencia de un gran pacto de la mayoría de partidos, escuchándose a todos, con amplio consenso social, habría hecho que tuviéramos una asignatura que habría ayudado a formar ciudadanos críticos, con conocimientos básicos del sistema y ordenamiento que los acoge, que los lleva a ser compatriotas. No por un tema de nacionalismo o patrioterismo, sino compatriotas en el sentido de saber qué instituciones, derechos y realidades existen en su país. Mejores vecinos, en general. No me extenderé tampoco mucho en criticar las diferentes versiones de la Historia que se dan en diferentes regiones, ni que la capacidad de análisis crítico será mucho peor tras haber casi erradicado totalmente la Filosofía de los planes de estudio, ni siquiera en la evidente politización en las Universidades. Pero si me gustaría añadir a lo antes mencionado (Ciencia, Cultura y pensamiento crítico) un elemento fundamental, que en la actualidad parece desterrado de las aulas; muchos pueden darlo por sentado, pero no es así: el civismo y el respeto. Y es que, como decía Escohotado, la Educación es la verdadera riqueza de un país (vídeo sin desperdicio):


De ese respeto, nace todo lo demás. Si respetamos a los demás, respetaremos a nuestras instituciones y a nuestros vecinos. Si respetamos a los demás, no veremos a parlamentarios haciendo cortes de mangas, hablando como si estuvieran en una taberna inmunda, ni veríamos los ataques constantes que los partidos políticos se hacen entre sí, insultando incluso, sin darse cuenta que el sr. Rajoy, por mucho que nos pueda parecer que no lo hace bien y que su partido tiene mucha corrupción, representa a millones de españoles que han decidido que él representa su voz. No me echaré flores, yo soy el primero que a menudo se mete con políticos. En mi defensa diré que no soy un cargo público y lo que digo apenas tiene repercusión, más allá de los lectores despistados que llegan (imagino que por accidente) a este blog, los amigos contados con los que me permito hablar de política y algún familiar. Pero intento contenerme. Me asombra y entristece ver el "hooliganismo" que se ha alcanzado al hablar de política en España. Y no sólo en España.

Otro punto fundamental en una democracia sana son los medios de comunicación. En el caso de los públicos, también haría falta un gran pacto para evitar que la Televisión y Radio Públicas se conviertan en canales de propaganda para el gobierno nacional o regional de turno. Debería haber una independencia exquisita y un control por parte de los medios públicos de lo que hace el Gobierno, criticándolo cuando se ha de criticar, alabando lo que haya que alabar, venga de quien venga, y con debates plurales. En los privados, debería ser algo parecido. Que la misma noticia se enfoque de una manera u otra dependiendo del medio que la publique, es algo que jamás he podido entender. Puedo entender que un periódico privado tenga una línea editorial, pero ésta debería verse reflejada en sus editoriales y artículos de opinión, no en titulares o en los cuerpos de la noticia, que deberían ser un relato de los hechos. Qué, cómo, cuándo, dónde y por qué, siempre que en el por qué no se entren en valoraciones, sino en una relación fáctica de causa-efecto. Lamentablemente no hay medios así y en ciertos casos (conocida es mi "predilección" por VilaWeb o El Nacional.cat) son desinformación, manipulación y propaganda.

El tercer punto es la separación de poderes. Creo que el poder legislativo debería tender más a los pactos; soy poco amigo de las mayorías absolutas. Pero también soy consciente de que en este país ha sido imposible poner de acuerdo y llegar a pactos de gobierno por partidos de diferentes tendencias ideológicas. Me parece que es la mayor forma de democracia: usted y yo no pensamos igual, pero convivimos y nos necesitamos; pongámonos de acuerdo en todo lo que podamos y cuando no lleguemos a un acuerdo, hagamos quizás valer esos votos de más que nosotros tenemos. Aquí y en otros países optamos más por ver al otro partido como el "enemigo" que debe ser derrocado o que jamas debe llegar al poder. Vivimos en una campaña electoral constante, donde los gesto grandilocuentes, pero vacíos, los lugares comunes y los "zascas" han nublado nuestra capacidad de reconocer en el otro al vecino, al hermano, al amigo al que representan, que son de los nuestros, pero piensan diferente, para llegar a acuerdos. El poder ejecutivo debería no abusar de las prerrogativas que se le conceden y ninguno debería intentar influir en el otro, teniendo siempre un respeto sagrado por el poder judicial. Que poderes públicos no cumplan sentencias de los tribunales (lo cual es el día a día en Cataluña, no sólo últimamente, sino desde hace tiempo), es de una gravedad extrema. Pero todos hemos (espero que yo en menor medida) contribuido a llegar a este punto. La politización de la Justicia, de la Fiscalía, parece ser siempre un objetivo de cada Gobierno. Y siempre pagan los profesionales de la carrera judicial y fiscal los desmanes que los Gobiernos han hecho.

Todo esto ha llevado a que desde todos los partidos se hayan vertido críticas, a menudo feroces, contra las instituciones: contra el Tribunal Constitucional, contra el Parlamento, contra la oposición, contra las leyes, contra la Constitución. Si los representantes de la soberanía popular no respetan las instituciones que ellos mismos forman, qué cabrá esperar de los ciudadanos que les siguen, a menudo con fe ciega. Y así, se vuelve al primer punto de mi lista :la Educación, el respeto, el respeto a los que opinan distinto, a las mayorías y a las minorías, a las instituciones que nos representan y cobijan a todos.

Quizás mi diagnóstico sea excesivamente pesimista, pero es que esto, efectivamente, va de Democracia. Y creo que estamos haciendo todo lo necesario para acabar con ella. Ojalá ella sea más fuerte de lo que somos nosotros.

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